Las apariciones de Santiago Combatiente durante la conquista de América. Un debate historiográfico

Por: Nahielly Bautista San Juan (FFyL-UNAM)


La figura de Santiago, el Apóstol combatiente, posee una profunda raigambre en diversas comunidades tanto de México como del Perú. A lo largo de la historia ha sufrido diversas transfiguraciones: de Santiago Apóstol a Santiago Peregrino, luego, durante la guerra librada contra los musulmanes, a Santiago Matamoros y, con el proceso de Conquista de América, a Santiago Mataindios; transfiguración de la que encontramos testimonio en diversas crónicas coloniales novohispanas y peruanas. Por textos bíblicos, específicamente, por los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas, encontrados en el Nuevo Testamento, sabemos que Santiago fue uno de los apóstoles más allegados a Jesús. El libro de “Los Hechos” indica que, luego de la ascensión de Jesús, Santiago se encargó de evangelizar Judea, lugar en donde Herodes de Agripa le habría dado muerte (Lucas: 9, Reyna Valera). No obstante, documentos elaborados en la península ibérica durante los siglos VII al XIV señalan que, muy probablemente, también predicó en Samaria y lo que actualmente conocemos como España.1

Con el proceso de consolidación geopolítica, económica y religiosa de la corona española, Santiago adquirió un profundo significado, al grado de experimentar dos transfiguraciones. La primera de ellas como Santiago Peregrino; Floro de Lyon en su Martirologio apuntó que los restos del apóstol reposaban en Compostela, España (Rubio García, 1973), lugar que con el paso de tiempo se convertiría en uno de los centros de culto cristiano más importantes en Europa y a nivel mundial.

El apóstol Santiago. Fotografía de Oliver Santana

La segunda transfiguración sería la de Santiago Matamoros, surgida durante el periodo de guerra ininterrumpida entre cristianos y musulmanes que duró alrededor de ocho siglos (Donoso Rodríguez, 2008), siendo la batalla del cerro de Clavijo el principal referente de Santiago montando a caballo y desenfundando su espada en contra de las tropas musulmanas (Donoso Rodríguez, 2008)

La idea de Santiago como defensor del cristianismo desarrolló un profundo sentimiento de identidad, el cual fue proyectado en poemas épicos castellanos, tal es el caso del “Poema del Cid” (S. XVI) y el “Poema de Fernán González” (S. XII-XIV), a través de los cuales quedó impregnada en el imaginario popular español. Con la llegada de los conquistadores españoles a territorio americano también arribó su ideología, nociones y cosmovisiones, de esta forma el apóstol combatiente adquirió un nuevo aire como defensor del cristianismo convirtiéndose en Santiago Mataindios.

El historiador Rafael Heliodoro Valle, a través de su libro titulado Santiago en América (Heliodoro Valle, 1946), llevó a cabo una compilación de las apariciones de Santiago en combate; no obstante, al analizar dichas apariciones se localiza que las interpretaciones retomadas provienen de clérigos, cuyos documentos han sido catalogados como historiografía eclesiástica.2 Dentro de este sector destacan las interpretaciones del jesuita José de Acosta en la Historia Natural y Moral de las Indias (1588), la Monarquía Indiana del franciscano Juan de Torquemada (1615), la Crónica moralizada (1638) del agustino Antonio de la Calancha y la Historia de la Conquista de México (1552) escrita por Francisco López de Gómara. A pesar de que estos autores pertenecen a órdenes religiosas distintas, y en el caso de Francisco López de Gómara que jamás pisó América, coinciden en afirmar de forma explícita y tajante que Santiago apareció montando un caballo blanco, empuñando su espada e hiriendo a muerte a los indios que acometían a los españoles.

Acerca de la historiografía de tradición indígena, Felipe Guamán Poma de Ayala y Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, en sus obras La Nueva Corónica y Buen Gobierno y la Historia de la Nación Chichimeca respectivamente, elaboradas durante los siglos XVI y XVII, también avalan la aparición e intervención de Santiago en combate; sin embargo, señalan que no fueron testigos presenciales de estos sucesos y que las interpretaciones fueron retomadas de otros autores.

En la historiografía soldadesca, cuyos autores sí fueron testigos presenciales de los enfrentamientos durante la Conquista, distancian su interpretación de la de los clérigos y las élites indígenas. Bernal Díaz del Castillo en la Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España (1568) se encarga de desmentir, contundentemente, la interpretación hecha por Francisco López de Gómara sobre la aparición e intervención de Santiago durante la batalla de Centla, y afirma que el personaje que apareció de forma intempestiva durante el combate contra los indios fue un soldado llamado Francisco de Morla (Bernal Díaz, 2011).

Si bien Bernal Díaz del Castillo sostiene que las tropas españolas recibían ayuda divina, puesto que las huestes de indios eran multitudinarias y poseían gran ferocidad, afirma de forma rotunda que las batallas libradas contra las huestes de indios fueron ganadas gracias al monumental esfuerzo que los soldados imprimieron en el combate. Incluso expone que de haber sido cierta la interpretación de Gómara, aquella primera villa fundada en territorio mesoamericano llamada Santa María de la Victoria se hubiese nombrado como la Villa de Santiago de la Victoria por consenso del ejército español, ya que no lo hubieran pasado por inadvertido (Bernal Díaz, 2011).

Otro de los soldados que dejó asentada su participación en la conquista, pero en la región de los Andes, fue Pedro Cieza de León, el cual manifiesta en la Crónica del Perú (1550) que en el contexto de la rebelión contra Manco Inca hubo quienes señalaron la aparición de una figura celestial durante el combate (Cieza de León, 1984). No obstante, el historiador en ningún momento le dota de un nombre ni de características que nos hagan identificarlo como Santiago y lo que sí hace a lo largo de su crónica es reivindicar el papel que tuvieron los soldados para lograr la consolidación del territorio.

A partir del análisis y la confrontación de fuentes es posible afirmar que el sector de historiadores eclesiásticos, el de historiadores de tradición indígena y el de soldados cronistas poseían un pensamiento providencialista en donde la conquista de América era vista como un acontecimiento sujeto a la voluntad de Dios; sin embargo, en torno a las apariciones de Santiago existen algunas diferencias (Bautista San Juan, 2016). El primer sector, quienes no fueron testigos presenciales de los combates contra los indios, afirman terminantemente la aparición e intervención de Santiago en combate, muy probablemente debido a que esto reivindicaba su papel como evangelizadores en las tierras recién conquistadas. En el caso de los historiadores de tradición indígena, quienes tampoco fueron testigos presenciales de las batallas, también avalan la aparición e intervención de Santiago debido a que, a través de esta postura reivindicaban su posicionamiento sobre la conquista, se legitimaban frente a los conquistadores y, a su vez, frente a la corona española en el contexto del nuevo orden establecido.

Finalmente, los soldados cronistas consideraban que la ayuda divina se encontraba expresada a través de la fortaleza que dios le dio a los conquistadores en los momentos más álgidos de la conquista, pero no avalaron la aparición e intervención de Santiago en combate, pues afirmar que fue gracias a él que triunfaron en batalla, oscurecía los exacerbados méritos que deseaban dejar asentados en sus crónicas y ello reducía las posibilidades de obtener privilegios, prebendas, títulos y mercedes que consideraban suyos por haber participado en el descubrimiento y conquista del territorio americano.

Por último, es importante destacar que el simbolismo de Santiago de nueva cuenta cambió luego de la evangelización, ya que pasó de ser un símbolo de sujeción a uno de protección y devoción, y ejemplo de ellos son las diversas manifestaciones religiosas, artísticas y culturales que encontramos a lo largo de América Latina, principalmente, en los días 25 de julio que es la fecha en que se celebra al Apóstol.

NOTAS

  1. Louis Cardaillac recupera en su libro Santiago Apóstol: El santo de los dos mundos (2002) dos obras que hacen alusión a la predica de Santiago por España, se trata del Breviarium Apostolarum obra anónima del 590 aproximadamentey el Ortu et Obitu Patru elaborada por Isidoro de Sevilla en el año 615.
  2. La división sobre la Historiografía colonial retomada en el presente artículo fue proyectada por el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México, de la colección Historiografía Mexicana coordinada por Juan A. Ortega y Medina y Rosa Camelo.

Fuentes consultadas

ACOSTA, José de, Vida religiosa y civil de los indios, o, Historia natural y moral de las indias. Prólogo y selección Edmundo O’Gorman. México, UNAM- Coordinación de Humanidades, 1963.

ALVA IXTLIXÓCHITL, Fernando de, Historia de la Nación Chichimeca en Obras Históricas. Edición, estudio introductorio y un apéndice documental por Edmundo O’Gorman. México, UNAM-IIH, 1975- 1977, vol. 2.

BAUTISTA SAN JUAN, Nahielly, La figura de Santiago Combatiente en la historiografía sobre la Conquista de América. Dos crónicas soldadescas: Nueva España y Perú (tesis de licenciatura), Ciudad de México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2016.

BARJAU, Luis, “La Batalla de Centla”. Conferencia realizada el 28 de abril de 2015 el en el Museo Nacional de Historia del Castillo de Chapultepec.

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